Hogar





La enfermedad de todo poeta es a fin de cuentas
el miedo a nombrar.
Emperrarse en tapar las vergüenzas desnudas
de las palabras.

Por eso quería vencer el miedo y decirte sin envolver
las palabras en brillantes papeles de colores,
sin entrelazar las palabras en palabras
como un túrbido torrente,
quería ponerlas desnudas una a una
conforme fueran saliendo de las venas
y las arterias pulmonares, de la cava
y de la aorta.

Perdóname si no he sabido hacerlo
y sólo ahora, en esta coda de miel y de luz
antes del hueco y de la noche,
quiero arder estos versos de piel
para calentarte.
Te quiero, mi hogar.

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