El ciempiés XXIII - Yo



El ciempiés me ha preguntado hoy quién soy yo.

Después salimos a la calle. Antes de salir a la calle nos encontramos en la escalera con un vecino Jorge tiene cuarenta y dos años una mujer y dos hijas le gusta el fútbol beber cerveza y la natación sincronizada. En la calle el quiosquero que nos saluda con sus habituales palabras de buenos días por la mañana, el quiosquero Javier que no tiene mujer que se consume en revistas modernas de filosofía y ciencia. Hay una mujer comprando tabaco que nos mira con sus ojos de niebla, quizás sea asesina, se llama Dolores o Lola y es feliz en su trabajo y en su familia. Seguimos caminando y pasa a nuestro lado un hombre de color como se dice ahora sin importar el color negro amarillo rojo verde, quién no quisiera ser un hombre o una mujer azul. Eko tiene una vida difícil su padre le pegaba pero ama desesperadamente a su mujer y a sus hijos que no tienen para comer y así vende zapatillas DVDs y muchas cosas bonitas expuestas en las sábanas que lo cubren en las noches verdaderas. Más allá una anciana camina con bastón y nos mira con sus ojos de años, con sus cataratas de tiempo y casi creo que percibe al ciempiés. Al final de su vida le ha encontrado un sentido reza a Dios y observa todos los días, el mar las olas y su marejada. Detrás de ella la acompaña Juan que tiene un caballo pardo muchas cifras huecas en el talonario y ganas de querer siempre más. Más allá viene Rosa cada mañana con sus suspiros de mariposa su amor y alcohol barato sus medias de ciencia infusa, quiere morder la tierra toda con sus colmillos sedientos.

Pero hay más. También está el ruiseñor de la higuera la hierba dulce las hojas secas y sangradas de los árboles rojos del otoño. Pero también el resto de pájaros palomas gorriones gaviotas golondrinas y mirlos que vuelan por el cielo casi siempre nublado. Y los conejos y las serpientes, los zorros los perros y los gatos y esas bestias mecánicas que llaman coches y a todos los asesinan. Pero estamos el ciempiés y yo antes del asesinato un instante en comunión con ellos y con el cielo azul que se esconde detrás de las nubes.

Volvemos a casa, el ciempiés me pregunta de nuevo quién soy yo. Pero ya llegan mis amigas y mis amigos, he organizado una celebración. Quiero que conozcan al ciempiés, porque él me ha dicho la hora de su muerte definitiva y llegará pronto como de un rayo y por eso me pregunta quién soy, para dejarme bien acompañado.

Llega la primera Elisa con su dulce gato siempre en brazos del recuerdo y sus dulces palabras para acariciar incluso en los días en que todo le va mal, ocupada en sus mil sueños. Después Lucía con su sonrisa eterna con su alegría y su risa con su dosis de sol para todos nosotros sus fotosintéticos amigos, aunque haya discutido con su novio y tenga ganas de llorar. Tras ella llega Juan con su cuadro de mente con su música de tinta y labios y sus dedos de arreglar el mundo para todos los demás. Después Pedro precedido por su barba epistemológica y sus entonaciones científico-lógicas, él ha superado un triste pasado de infancia en los menos recomendados barrios está a gusto con su novia y no tiene grandes preocupaciones más allá de su futuro. Por último, llegan Noelia y Elena, libro en mano como pasaporte de la vida siempre difícil, pero adelante. Todos unidos celebramos, no pueden ver al ciempiés pero el ciempiés sí los puede ver y estoy contento de que los haya conocido y en secreto le respondo y le sonrío.

Se van. El ciempiés me pregunta quién ya no soy y dormimos.

No hay comentarios :

Publicar un comentario